El objetivo de este texto es revisar cuáles han sido los saldos de los sistemas económicos neoextractivistas en América Latina. Dividí el texto en varios documentos. En este, el primero, pasaré revista, únicamente, a los saldos en materia económica. En otras entradas comentaré cuáles han sido los saldos en otros ámbitos, tales como el político y el ambiental. Cabe mencionar que el modelo económico neoextractivista, esencialmente, constituye una apuesta por las actividades de extracción y venta de materias primas -petróleo o minerales-, como motor del desarrollo económico nacional. Como puede advertirse, el sistema económico mexicano de los últimos sexenios ha presentado una orientación similar.
Utilice un método de investigación documental para la construcción de este texto. Durante la revisión de diferentes investigaciones y textos sobre los efectos del neoextractivismo en América Latina, encontré algunas evidencias sobre saldos positivos de este modelo, tales como, una mayor participación del Estado en las rentas de la producción extractiva. No obstante, son mucho más las evidencias sobre las consecuencias nefastas de este modelo para los países que lo han adoptado, tales como la agudización de la pobreza y la desigualdad. Antes de continuar, cabe hacer tres precisiones: 1) No incluí en el texto descripción alguna del modelo neoextractivista, en otra entrada profundizaré en el tema. 2) No existe un único modelo neoextractivista, por el contrario existen un par de variantes. 3) Este texto puede tomarse como una hoja de ruta para investigaciones profundas sobre los saldos de las economías de base extractiva en países o localidades concretas.
Saldos económicos
Autores como Acosta (2009), Gudynas (2009; 2011), Bruckmann (2012) y Veltmeyer y Petras (2015) coinciden en la siguiente tesis, el modelo neoextractivista no ha conducido a los países latinoamericanos -que lo han adoptado- a un desarrollo sustantivo y sustentable. Las evidencias empíricas disponibles contradicen el planteamiento desarrollista que considera a la riqueza en recursos naturales como una condición sine qua non para alcanzar mejores niveles de vida. Tomemos, por ejemplo, el caso de Ecuador (Acosta, 2009), en este país, la economía extractivista desató profundos desequilibrios, mientras las empresas petroleras y mineras transnacionales consolidaban su opulencia, las comunidades donde estas operaban padecían una severa pobreza y toda clase de agravios. En Venezuela, Bolivia y Brasil también se tienen registros de patrones similares. A continuación, presentaré diez efectos recurrentes -en la esfera económica- de los modelos primario-exportadores en la región (Acosta, 2009; Gudynas, 2009; 2011):
1) La generalización de la pobreza y una mayor concentración de la riqueza en pocos grupos oligopólicos. Volvamos al ejemplo de Ecuador, durante el período 1995-2000, la pobreza aumentó un 32.7%, en contraste, durante el mismo período, la concentración de la riqueza en el estrato superior aumento un 17.3%.
2) El advenimiento de crisis económicas recurrentes. Al depositar todas sus esperanzas de crecimiento económico en el comportamiento de la demanda internacional, los países neoextractivistas terminan por encadenar su economía a factores exógenos. Cuando aquélla deja de ser suficiente o sostenida, las naciones no tienen con qué reemplazar los flujos de ingresos perdidos, en esos momentos su situación se torna inviable. El modelo neoextractivista tampoco garantiza el flujo de los ingresos fiscales necesarios, puesto que las crisis ralentizan a la economía nacional en su conjunto.
3) Intensificación de la dependencia de los mercados foráneos en las épocas de crisis. La mayoría de los países neoextractivistas han decidido elevar sus tasas de extracción de recursos primarios durante estas etapas. El aumento de la oferta en un período de precios deprimidos ha derivado, generalmente, en una mayor reducción de sus precios. Acosta (2009) considera que este es el «crecimiento empobrecedor» al que hacía referencia el profesor Jagdish N. Baghwati, mismo que sólo termina por beneficiar a los países centrales.
4) El control real de las exportaciones nacionales por parte de los países centrales, con independencia del monto de las inversiones extranjeras en las actividades extractivistas.
5) La consolidación de mentalidades «rentistas» entre los sectores extractivos y amplios segmentos empresariales conduce a un escaso interés por invertir en los mercados internos; típicamente, el modelo extractivista tiende a fomentar, en la práctica, el consumo de bienes importados. Tal modo de racionalidad obstaculiza, además, la integración del sector exportador con la producción nacional.
6) La falta de integración produce una lógica de enclave -ausencia de una propuesta integradora de las actividades primario-exportadoras al resto de la economía y la sociedad- que encadena al aparato productivo extractivo a las fluctuaciones del mercado mundial.
7) La reducida participación de los países exportadores de bienes primarios en la renta minera o petrolera en comparación con las economías centrales, importadoras de estos recursos -quienes obtienen un mayor provecho de estos recursos al enfocarse en su procesamiento y comercialización como productos terminados de valor agregado-.
8) Los países exportadores son los que cargan con el peso de los pasivos ambientales y sociales. Si se contabilizaran los costos económicos de estos impactos, desaparecerían muchos de los beneficios económicos potenciales de estas actividades.
9) La inexistencia de estímulos o presiones para que los exportadores de materias primas incursionen en la transformación de los recursos naturales en bienes de valor agregado y, para que inviertan los ingresos generados en las propias actividades exportadoras. Estas posturas además de estrangular la innovación -no fomentan ningún tipo de encadenamiento que pudiera potenciar nuevas líneas productivas desde esta base de actividades- exacerban la dependencia de los mercados globales y la competencia con países en condiciones similares. La respuesta para enfrentar una creciente demanda o para responder a la caída de los precios en el mercado mundial descansa únicamente en la expansión de la frontera de producción. En consecuencia, no favorecen el desarrollo de conglomerados productivos, ni para el mercado interno, ni para exportar la oferta exportable.
10) El modelo neoxtractivista promueve principalmente los intereses de las empresas transnacionales -petroleras y mineras-; allana el camino para la llegada de la inversión extranjera mediante reformas legales que les son ventajosas y alienta su intromisión en la toma de decisiones -no en pocas ocasiones los directivos de las empresas o sus abogados han llegado a dirigir las instancias de control estatal-.
Tan sólo la revisión de los efectos nocivos del neoextractivismo en el ámbito económico nos lleva a pensar que es necesario superar este modelo. Este rechazo no necesariamente debe tomarse como un negación de los avances alcanzados por los gobiernos progresistas. En otras entradas, como ya lo mencioné al principio, comentaré los saldos en materia política, gubernamental, social y ambiental de esta forma de producción, para poder emprender un análisis de conjunto. Terminado este ejercicio, me parece que el punto nodal por discutir será, si tanto los modelos económicos de las izquierdas como de las derechas en América Latina son viables o no -prestando enorme atención a su impacto ambiental- y, si constituyen -o no-, sustancialmente, la continuidad/expresión de una misma lógica de desarrollo que reproduce la división internacional del trabajo vigente e, implícitamente, las desigualdades.
Referencias
Acosta, A. (2009). La Maldición de la Abundancia. Quito: Ediciones Abya-Yala.
Bruckmann, M. (2012). Recursos naturales y la geopolítica de la integración sudamericana. Lima: Instituto Perumundo; Fondo Editorial J.C. Mariátegui.
Dierckxsens, W. (2012). Crisis y sobrevivencia ante guerreros y banqueros. San José, Costa Rica: Editorial DEI.
Gudynas, E. (2009). Diez Tesis Urgentes sobre el Nuevo Extractivismo. Contextos y demandas bajo el progresismo sudamericano actual. Quito: CAAP y CLAES.
Gudynas, E. (2011). Desarrollo, Derechos de la Naturaleza y Buen Vivir después de Montecristi. En Weber, G. (Ed.). Debates sobre cooperación y modelos de desarrollo. Perspectivas de la sociedad civil en el Ecuador. Quito: Centro de Investigaciones CIUDAD y Observatorio de la Cooperación al Desarrollo.
Modonesi, M. (2008). Crisis hegemónica y movimientos antagonistas en América Latina. Una lectura gramsciana del cambio de época. Contracorriente. Vol. 5, No.2, Winter 2008, p. 115-140.
Rivera, C. (2007). América Latina vive una primavera democrática. Entrevista al teólogo brasileño Frei Betto. Recuperado de: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=59741
Veltmeyer, H. y Petras, J. (2015). El Neoextractivismo. ¿Un modelo posneoliberal del desarrollo o el imperialismo del siglo XXI?. México, D.F.: Crítica.
Wallerstein, I. (1988). El capitalismo histórico. Bogotá: Siglo XXI
Zibechi, R. (2009a). Progresismo y neoliberalismo. Recuperado de: http://www.jornada.unam.mx/2009/07/17/politica/015a1pol
Zibechi, R. (2009b). Los ciclos de los movimientos sociales. Recuperado de:
http://www.alainet.org/es/autores/ra%C3%BAl-zibechi